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Chicha peruana DE LOS ANDES A LIMA

Por: Juan Carlos Lázaro Chicha es la denominación peyorativa impuesta a un ritmo de música popular peruana que, no obstante sus orígenes marginales, ha ganado amplios mercados en América Latina, Estados Unidos e inclusive Asia. Entre gran parte de la juventud de América Latina, la chicha goza de más preferencias que el rock y la cumbia. Las radioemisoras y canales de televisión le dedican sus espacios estelares. Y sus intérpretes son elevados al altar de la leyenda. De carácter netamente mestizo, las primeras expresiones de música chicha surgieron en el Perú a mediados de los años 60 de la fusión de la cumbia colombiana o de la guaracha con los ritmos andinos primero y luego con los amazónicos. Amaro La Rosa, estudioso del fenómeno de la música chicha, sostiene que esta denominación no está ligada –como suele suponerse– al nombre de la ancestral bebida de maíz fermentado que se usaba con carácter ceremonial durante el incanato. Sugiere, en cambio, que la denominación surgió por la canción "La chichera" –que sería el primer tema de este género– grabada en 1967 por el grupo Los Demonios del Corocochay, que se caracterizaba precisamente por interpretar cumbias con tonalidades andinas. Otros estudiosos apuntan que la música chicha fue obra de Enrique Delgado, músico con formación académica, quien en el mismo año de 1967, con su grupo Los Destellos, graba un disco de 45 rpm. con los temas "El avispón" y "La ardillita". Uno y otro tema fueron popularizados internacionalmente con gran éxito por el arpista Hugo Blanco, consangrándose así el nuevo género. Por esta época también ingresará a escena la agrupación Juaneco y su Combo, de la amazónica provincia de Pucallpa, a cuyas interpretaciones de cumbia mezclará los ritmos amazónicos y brasileños, generando así la segunda gran vertiente de la música chicha. Socialmente el origen de este ritmo está vinculado al intenso proceso de migración interna que experimentó el Perú de los años 60 y 70, el cual desplazó inmensas masas de habitantes de provincias hacia Lima, la capital del Perú. En esa época la cumbia colombiana estaba de moda en diferentes países de América Latina. Los migrantes de provincia, principalmente del ande, en su afán por incorporarse y asumir la cultura occidentalizada o criolla de la capital peruana se abocaron a cultivar la cumbia y otros ritmos tropicales pero sin renunciar a sus propias raíces musicales andinas. Así fue cobrando forma el nuevo ritmo, bautizado despectivamente como "chicha" por los sectores criollos de la capital, siempre desdeñosos de lo provinciano y más identificados con lo foráneo, sobre todo si es de color blanco. La música chicha, por lo demás, es la expresión más difundida de un fenómeno mayor y más complejo que sociólogos como Aníbal Quijano han denominado "cholificación", es decir, el proceso de mestizaje cultural que tiene como principal componente lo andino. Durante los años 60 y 70, sobre todo en esta última década, Lima fue prácticamente invadida por los migrantes provincianos, quienes llegaban a la capital impulsados por dos motivos fundamentales: seguir estudios superiores o trabajar en la ciudad. Al comienzo la migración de provincias fue auspiciada por el gobierno del general Juan Velasco Alvarado (1968-1975), el cual inclusive ensayó la creación de una comunidad autogestionaria, como Villa El Salvador, al sur de Lima, que no prosperó. En 1973 los migrantes de provincias asentados en la capital constituían el 45,8 % de su población total de tres millones 302,523 personas. Pero ante el bloqueo de los canales de la formalidad política y económica, estos migrantes fueron empujados a vivir en las márgenes de la ciudad y a crear sus propias fuentes de producción y trabajo, las cuales en gran medida se desarrollaron en las calles de Lima. Este proceso de incorporación de lo andino a la experiencia citadina y cosmopolita de la capital dio curso a un complejo mestizaje cultural, del cual forma parte la música chicha, llamada también "música tropical andina", "cumbia peruana" o "tecnocumbia". Desde entonces, lo marginal, lo informal y lo provinciano es identificado en Lima y en el resto del Perú como "cultura chicha", expresión de inconfundible resonancia peyorativa y que ha dado lugar a extensos e intensos debates entre los intelectuales peruanos. En la visión de Mario Vargas Llosa, autor de "La ciudad y los perros", el Perú de la cultura chicha "hierve de vitalidad y gracias a su energía y voluntad de sobrevivir el país no se ha desintegrado con los desastres económicos y políticos de las últimas décadas". Para otros, la cultura chicha –que rechaza abiertamente a todas las instituciones del Perú formal por ineficientes y corruptas–, "ha creado una base de sustentación social muy extendida para la anomia o el cinismo moral" que "alienta el autoritarismo". En este mismo sentido, pero refiriéndose al campo de la música, el antropólogo Rodrigo Montoya opina que "del encuentro entre lo andino quechua y lo moderno a través de la chicha, la cultura quechua se empobrece porque sencillamente pierde mucho más de lo que gana". "Pierde el quechua y la poesía que se deriva del dominio de esa lengua, pierde el valor de la comunidad y el principio de reciprocidad que aquella encierra", manifiesta. Desde el polo opuesto, el antropólogo José Matos Mar replica lo que considera "el punto de vista del indigenismo purista" y, en cambio, considera que "es indudable que la música chicha expresa un nuevo patrón cultural en ascenso". "Su presencia y avance –dice– constituyen una muestra notable del peso que han llegado a tener los migrantes y la cultura que portan en la decisión de la dinámica viva de la cultura metropolitana y en la formación de una conciencia nacional unitaria". Ex presidiario que antes de dedicarse a la música ejerció de zapatero, Lorenzo Palacios Quispe, más conocido por el sobrenombre de Chacalón, es el ídolo más emblemático de la música chicha y de quien se decía que "los cerros bajan cuando canta". Con su grupo La Nueva Crema, en los años 80 popularizó su canción "El provinciano" que se convirtió en el himno de los jóvenes migrantes andinos en Lima. En 1987 la Unesco lo premió por su tema "Niños pobres". Los conciertos multitudinarios de Chacalón generaron el formato de los "chichódromos", espacios de interpretación y baile de la música chicha, que a la vez son mercados altamente rentables para la venta de cerveza y, lamentablemente, también para las drogas. Se calcula que unas 60 mil personas, principalmente migrantes andinos, concurrieron a los funerales de Chacalón en 1994. Con el nuevo siglo apareció en las pantallas de los televisores peruanos el programa de música chicha "La movida de los sábados", conducido por Janet Barboza, que por mucho tiempo fue imbatible en sintonía y dio curso a otros programas del mismo género. En la radio, igualmente, los programas de música chicha lideran la sintonía, inclusive en frecuencia modulada (FM), que antes les cerraba las puertas como si fueran la peste. En este nuevo siglo también se ha impuesto con enorme popularidad la tercera vertiente de la música chicha, llamada a la vez chicha costeña o tecnocumbia, en la que destacan conjuntos como Aguamarina y el Grupo Cinco. La historia de esta última fue llevada a la televisión. La chicha se ha expandido por diferentes países de América Latina y los Estados Unidos, pero es en la provincia argentina de Jujuy donde ha generado un movimiento musical muy fuerte que mueve medios de comunicación y empresas de espectáculos. Últimas noticias indican que el ritmo también ha llegado a los países europeos y asiáticos y que en Japón brilla el grupo Fantasía Latina. -- <a href="http://www.tercaopinion.org/">www.tercaopinion.org</a>



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