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Dresde:

UNA MATANZA ALIADA

Por: Efraín Rúa
El 13 de febrero de 1945, mil bombarderos británicos y estadounidenses devastaron la ciudad de Dresde, “la Florencia del Elba”, por órdenes de Churchill y Roosevelt. El objetivo: atemorizar a Stalin.

La historia la escriben los vencedores y por eso pocos recuerdan la masacre de Dresde, la hermosa ciudad alemana bombardeada por un millar de aviones aliados y que dejó como saldo unas 25 mil víctimas civiles, una masacre que los alemanes no pueden olvidar.

Cuando algunos se preguntan por qué los neo nazis tienen vigencia hoy en día deberían recordar los crímenes de guerra cometidos por los aliados durante la Segunda Guerra Mundial, en especial la destrucción de la hermosa ciudad, la madrugada del 13 al 14 de febrero de 1945. Dresde fue atacada ferozmente por la RAF (la Fuerza Aérea Británica) y por la USAAF (Fuerza Aérea de Estados Unidos), en una operación en la que participaron más de mil bombarderos que dejaron caer 4.000 toneladas de bombas explosivas y dispositivos incendiarios, que desencadenaron una tormenta de fuego que consumió el centro histórico.

El centro de Dresde, densamente poblado, constaba de edificios del Renacimiento y de construcciones de uso comercial-residencial, de acuerdo a la planificación urbana medieval. El ataque aéreo destruyó hermosos monumentos de la «Florencia del Elba», entre otros el Teatro de la Opera, el Palacio Municipal y la Iglesia de Santa Sofía.

Sin sentido

Dresde no era un objetivo militar que mereciera tal ataque y los comandantes aliados sabían que el bombardeo más feroz no lograría doblegar a los jerarcas nazis. El bombardeo fue una masacre sin sentido que precedió a la devastación atómica de Hiroshima y Nagasaki que, por lo menos, llevó a la capitulación de Japón, afirma el historiador belga Jacques R. Pauwels.

El historiador pone en cuestión la versión de los que argumentan que los que planearon el ataque no tenían la intención de provocar la descomunal destrucción que provocaron. En respuesta a su colega británico Frederick Taylor, que aduce que la devastación fue el resultado de unas condiciones climatológicas perfectas y un sistema de defensa aérea alemana completamente inadecuado, Pauwels señala que la operación tuvo tal dimensión que unos 40 bombarderos estadounidenses acabaron arrojando sus bombas en Praga, a miles de kilómetros. “Si todo hubiera ocurrido como se había planeado, la destrucción de Dresde habría sido mayor”, asegura.

Pero, además, señala que resulta extraño que no se atacara la única instalación militar importante, el aeródromo de la Luftwaffe situado a pocos kilómetros al norte de la ciudad. Tampoco la estación de tren. En vez de ello se ordenó a las tripulaciones que arrojaran sus bombas en el centro de la ciudad, pese a que la gran mayoría de las industrias militares importantes estaban en las afueras.

En Dresde se destruyeron hospitales, iglesias, colegios, todas ellas instalaciones civiles en las que murieron miles de hombres, mujeres y niños. Pero Taylor sugiere que el objetivo del bombardeo era facilitar el avance del Ejército Rojo y afirma que los propios soviéticos habían pedido durante la Conferencia de Yalta, celebrada del 4 al 11 de febrero de 1945, que se debilitaran la resistencia alemana en el frente oriental. Pero no existe prueba alguna que confirme esta afirmación. Los soviéticos sí expresaron su preocupación porque sus líneas fueran atacadas por los bombarderos aliados, por lo que pidieron que la RAF y la USAAF no operaran demasiado al este.

Fue Winston Churchill quien decidió la destrucción total de la ciudad, para enviar el mensaje de que el Kremlin caminara con cuidado. Durante meses se preparó la operación conocida como “Operación Trueno”. En agosto de 1944, un memorándum de la RAF señalaba que “la devastación total del centro de una vasta ciudad [alemana] […] convencería a los aliados rusos […] de la eficacia de la potencia aérea anglo-estadounidense”.

A principios de 1945 ya no se consideraba necesaria la “Operación Trueno” para derrotar a Alemania. Pero Churchill ordenó al jefe del Comando de Bombarderos de la RAF, Arthur Harris, que borrara del mapa una ciudad en el este de Alemania. Esa versión se dio a entender en la autobiografía de Harris, quien escribió que “en aquel momento gente mucho más importante que yo mismo consideraba que el ataque a Dresde era una necesidad militar”. Pero Churchill no estuvo solo. La USAAF acabó implicándose también en el bombardeo de Dresde, lo que deja entrever que la operación contó con la aprobación de Roosevelt.

Blancos supuestos

Tomada la decisión se buscó camuflar la operación, pues era sabido que el personal inglés de baja graduación tenía simpatías por los soviéticos. La mayoría de los comandantes hicieron hincapié en los objetivos militares y citaron “blancos militares” indefinidos, hipotéticas “fábricas vitales de munición” y “depósitos de armas y suministros” o el supuesto papel de Dresde como “ciudad fortificada”. Para explicar a las tripulaciones por qué se atacaba el centro de la ciudad y no los barrios periféricos industriales, algunos comandantes hablaron de la existencia de “cuarteles generales de la Gestapo” y de "una gigantesca fábrica de gas”. Las tripulaciones habían aprendido a aceptar órdenes brutales, pero en este caso muchos se sintieron incómodos, cuestionaron las instrucciones respecto a los objetivos y tuvieron la impresión de que el ataque implicaba algo inusual.

Una directriz de la RAF a las tripulaciones, emitida el día del ataque, afirmaba de forma inequívoca que la intención era “enseñar a los rusos, cuando lleguen a la ciudad, lo que es capaz de hacer nuestro Comandante de Bombarderos”. La hipótesis de que el ataque fue para intimidar a los soviéticos explica no sólo la magnitud de la operación sino también la elección del objetivo. La destrucción de una ciudad bastante grande, compacta y todavía no bombardeada era ideal. “Dresde, afortunada por no haber sido bombardeada hasta entonces, era ahora lo suficientemente desafortunada para reunir todos esos criterios”, indica Pauwels. Además, los comandantes británicos y estadounidenses esperaban que los soviéticos llegaran a la capital sajona en unos pocos días, por lo que podrían ver con sus propios ojos lo que la RAF y la USAAF podían lograr en una sola operación. Aunque el Ejército Rojo entró en Dresde mucho después de lo que los británicos y estadounidenses esperaban, el 8 de mayo de 1945, la destrucción de la capital sajona tuvo el efecto deseado. Las líneas soviéticas estaban situadas sólo a unos doscientos kilómetros de la ciudad de modo que los hombres del Ejército Rojo pudieron admirar el resplandor del infierno en el horizonte nocturno. La tormenta de fuego era visible a una distancia de 300 kilómetros.

Cuando al final de las hostilidades las tropas estadounidenses tuvieron la oportunidad de llegar a Dresde antes que los soviéticos, Churchill insistió en que se debía permitir a los soviéticos ocuparla primero, para que pudieran apreciar el bombardeo. Un acto que provocó la muerte de unos 25 mil civiles.

Asustar a Stalin

A comienzos de 1945, los estadounidenses, británicos y canadienses todavía no habían cruzado el Rin y estaban a unos 500 kilómetros de Berlín. En tanto, en el frente oriental, el Ejército Rojo avanzaba rápidamente a 100 kilómetros de la capital alemana. La probabilidad de que los soviéticos no sólo tomaran Berlín sino que penetraran profundamente en la mitad occidental de Alemania antes de que acabara la guerra preocupaba enormemente a los dirigentes estadounidenses y británicos.

Por esa razón, Roosevelt y Churchill pidieron reunirse con Stalin para establecer acuerdos vinculantes sobre la Alemania de posguerra antes de que acabaran las hostilidades. Sin esos acuerdos, Alemania iba a ser controlada por los soviéticos. Washington y Londres habían creado ese precedente cuando liberaron Italia, Francia y Bélgica, dejando de lado a los soviéticos. Stalin siguió el ejemplo de sus aliados cuando liberó países en el este de Europa.

Sorpresivamente, en el encuentro de Yalta, Stalin se mostró complaciente y accedió a la fórmula propuesta por los británicos y estadounidenses, es decir, la división de la Alemania de posguerra en zonas ocupadas.

Pese a ello, Churchill pensó que era importante dejar en claro a Stalin que no debía subestimar el poder militar de los aliados a pesar de sus recientes reveses en las Ardenas belgas. Ese poder se basaba en la fuerza aérea, que contaba con la más impresionante colección de bombarderos que jamás había visto el mundo.

Cintillos (fotos de la marcha en AFP)

Choques. Miles de manifestantes impidieron el sábado por primera vez el tradicional desfile de neonazis alemanes en Dresde, que marca el aniversario del bombardeo de la ciudad por los aliados.

Marcha fúnebre. Unos 12.000 manifestantes antifacistas participaron en acciones de bloqueo contra la "marcha fúnebre" de 6.400 neonazis congregados en Dresde para repudiar el ataque aliado.

Golpe. "Por primera vez, hemos conseguido impedir la mayor marcha de neonazis de Europa", afirmó Lena Roth, portavoz de "Dresde sin nazis", que agrupa a personalidades políticas, artísticas y sociales.

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