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Crisis en Europa

GRECIA Y EL EQUILIBRIO EUROPEO

Por: Efraín Rúa

A cuatro meses de haber asumido el gobierno, el Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK) del primer ministro Georges Papandreou, se enfrenta a la disyuntiva de profundizar el camino emprendido por los conservadores de Nueva Democracia (ND), que llevó al descalabro a la economía griega. Si los socialdemócratas lograron imponerse en las últimas elecciones fue porque cuestionaron las reformas económicas ultraliberales y denunciaron los escándalos de corrupción de altos funcionarios de la administración pública. Ello le valió obtener en las urnas un 43,9 % de los votos.

Pero en vez de cumplir sus promesas y solucionar los graves problemas económicos del país, el gobierno socialista propuso un plan de ajuste que arrasa con los derechos sociales para financiar el déficit dejado por los conservadores. Una vez más la traición a los electores. Los datos son alarmantes. La deuda pública asciende a 300.000 millones de euros, equivalente al 113,7% del PIB y el déficit fiscal asciende a un 12,7%, una cifra ocultada por el gobierno anterior. Papandreou, tercer primer ministro de una dinastía política que comenzó con su abuelo, Giorgos (tres veces jefe de gobierno), y continuó con su padre Andreas (dos mandatos), se asustó ante las cifras.

Promesas

Pese a que en la campaña prometió equilibrar los salarios con la inflación y proporcionar 3.000 millones de euros como incentivo para impulsar la economía, ahora impone una política draconiana que prevé, entre otras cosas, recortes en el gasto público, congelación de las pensiones y aumento del Impuesto a las Ventas.

La economía va a trompicones. El año pasado apenas creció 1,1%, mientras que 700.000 personas en edad laboral sufrían el desempleo. Esta situación provocó manifestaciones sociales y se trajo abajo al gobierno conservador. Ahora vemos una profundización de la crisis. Hoy, el centro del debate político está en como enfrentar el inmenso déficit presupuestal, que supera más de cuatro veces el límite del 3% permitido por la Unión Europea. La crisis es tal que llevó al gobierno a plantear que la Iglesia de Grecia, una de las mayores propietarias de tierras e inmuebles, deba pagar impuestos.

En estas últimas semanas se han producido grandes huelgas nacionales que sacudieron el país helénico luego que el gobierno socialista intentara aplicar un severísimo ajuste económico que intenta saldar las cuentas nacionales, de acuerdo a las conveniencias del capital financiero internacional.

Es así como se ordenó la congelación de los salarios, la reducción de 10 por ciento en las pensiones y jubilaciones y en los ingresos de los empleados públicos, todo ello en un país en que el principal empleador del país es el Estado.

Además de eso se plantea la elevación de 65 a 67 años la edad promedio para jubilarse (en un país donde la expectativa de vida apenas supera los 75 años), la parálisis de las obras públicas y la reducción de los aportes estatales para la sanidad, la educación y los servicios en general. Estas medidas equivalen a una expropiación directa de los asalariados (un tercio de la población), de los pequeños campesinos minifundistas y los trabajadores de los servicios que, con los rurales, representan tres cuartas partes de la población económicamente activa.

Como se sabe, la vieja Grecia vive del turismo y de la pequeña producción semiartesanal, mientras que la agricultura y la pesca están orientadas a satisfacer el mercado interno del país. El gobierno dispuso que la crisis la tienen que pagar las mayorías pese a que los responsables del endeudamiento son los gobiernos conservadores a los que Goldman Sachs, uno de los entes responsables de la crisis financiera mundial, prestó dinero con usura (garantizando sus préstamos ilegales con los ingresos aduaneros y de lotería griegos). El gobierno socialdemócrata se puso de lado del gran capital y actúa como verdugo de los bancos, que financiaron, entre otras cosas, la compra de armas a Alemania y a Francia, durante la crisis con Turquía.

Pero en la crisis griega se aprecia también la ofensiva del capital especulativo estadounidense e inglés. Y el deseo de la gran banca franco-alemana de llamar al orden antes de que la crisis sea aún más grave en países más grandes, como Italia o España, o en los países tercermundistas de Europa oriental.

Es evidente también la voluntad de los gobiernos de Alemania y Francia de golpear a los socialdemócratas griegos y de poner en su lugar a los países meridionales a los que despectivamente denominan PIGS (cerdos en ingles): Portugal, Italia, Grecia y España. En medio de este atolladero, salen a relucir las inadecuadas fórmulas de la Constitución Europea. Y es que un punto que complica la ayuda financiera es una cláusula que impide al Banco Central Europeo o a la Comisión Europea financiar el endeudamiento de un estado de la zona con problemas de liquidez.

El fantasma del FMI

En esas circunstancias, el gobierno griego planteó la posibilidad de recibir ayuda del Fondo Monetario Internacional (FMI), pero recibió el rechazo de los grandes países europeos, que ven en ello una humillación y un descrédito para la Unión.

Por ahora la vieja Europa insiste en profundizar aún más la política económica neoliberal y acabar con lo poco que queda del Estado de Bienestar. En ese sentido se entienden las objeciones expresadas por la jefa del gobierno alemán, Angela Merkel, a cualquier ayuda inmediata.

"Una manifestación de solidaridad rápida no puede ser la buena respuesta", dijo la canciller al llamar a "atacar la raíz del problema", es decir, hacer que el gobierno griego ponga orden en sus arcas con un severísimo ajuste.

Las declaraciones de Merkel pueden llevar al fracaso al plan de ayuda aprobado por los ministros de Finanzas de la Eurozona, dado que para ser aplicado requiere del aval político de los jefes de Estado y de gobierno.

Lo cierto es que la debilidad de la recuperación económica y la crisis fiscal que atraviesan diversos países, hizo que la UE transite por su peor momento histórico y sufra amenazas de ruptura. La propia Merkel amenazó con instalar la expulsión de aquellos que no cumplan las reglas.

La crisis terminó de detonar un debate interno en la UE, y en los últimos días cobró forma la idea (impulsadas por Francia y Alemania) de crear un fondo monetario europeo como barrera de contención frente al avance del dólar.

Según The Financial Times, un FMI europeo sería el primer paso para coordinar mejor las políticas fiscales y cerraría la puerta a los especuladores norteamericanos, cuyas operaciones están desequilibrando las economías de Grecia y España.

El Centro de Estudios de Política Europea propuso un FME modelado sobre el esquema del Fondo Monetario Internacional, que inicialmente obtendría financiación de los mercados financieros. No obstante estas intenciones, las potencias centrales mantienen su propia competencia por el control de los mercados de la región. Alemania, la primera economía regional, quiere imponer su rigor económico a sus socios para reparar la credibilidad del euro dañada por la crisis financiera.

En esas circunstancias, la lucha que desarrolla el pueblo griego para traerse abajo el plan de los grupos monopólicos adquiere vital importancia. Su grito de lucha evidencia la justeza de sus demandas: ¡Que la crisis la paguen los plutócratas! Los sindicatos se movilizan y recurren a la acción directa. Esa es la única forma de enfrentar el desafío de los grupos de poder que azuzan al ya debilitado gobierno de Papandreu.

La crisis del euro

Los planes de salvataje financiero de Grecia no buscan sólo “salvar” a un país, sino evitar el hundimiento del euro y con ello los fundamentos de la construcción europea. La decisión de crear una moneda única, principal punto del Tratado de Maastrich de 1992, impuso una política monetaria idéntica a economías disímiles como las de Alemania y Grecia. Una política que solamente favorece a los más fuertes.

El euro pudo haber tenido sentido en una zona económica relativamente homogénea. Pero la Unión Europea (UE) no cumple esas condiciones. Las políticas no están dirigidas a resolver las desigualdades de desarrollo económico y social incrementadas por el ingreso de diez nuevos miembros en 2004 y dos más en 2006, afirman los expertos.

Además, en los años de auge del neoliberalismo, la capacidad de intervención económica y financiera de los Estados se transfirió al mercado y a otras instancias “independientes” o mejor dicho ultraliberales, como la Comisión y el Banco Central Europeo (BCE).

Debido a esos acuerdos, las reglas de la UE le impiden a los estados intervenir en la economía. Sin embargo, el Banco Central Europeo acudió al salvataje de los bancos en la última crisis financiera, luego de lo cual los bancos continuaron con sus prácticas especulativas sin que nadie haga nada por impedirlo. Lo sorprendente es que el Banco Europeo no pueda conceder préstamos a uno de los miembros de la eurozona en aprietos.

Prisionero de una moneda única cuya sobrevaluación solo beneficia a Alemania, Grecia puede contar solamente con un vago apoyo “político” de la UE sobre préstamos que les pueden conceder otros Estados y el cuestionado Fondo Monetario Internacional.

Quién lo creería, el FMI salvando a un país europeo. ¿Acaso el Tercer Mundo llegó a Europa?

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