Allende: El soldado presidente
Eran cerca de las siete de la mañana cuando el presidente Salvador Allende llegó a La Moneda a organizar la resistencia. A primeras horas le había llegado la información de que fuerzas navales se habían alzado en el puerto de Valparaíso contra el gobierno popular, elegido democráticamente tres años antes.
Julio Soto, el chofer del presidente sólo escuchó una advertencia: “Tenemos que llegar a La Moneda antes que ellos”. Fue la frase que le lanzó Allende para apurarlo a ganarle la mano a los golpistas. El presidente estaba acompañado de un pequeño grupo de custodios que formaban parte de Grupo de Amigos del Presidente (GAP).
El golpe había sido planeado por la cúpula militar encabezada por el general Augusto Pinochet con la ayuda de los servicios secretos norteamericanos. La medida se apresuró para evitar que Allende convocara a un plebiscito para consultar a la ciudadanía en torno a la continuidad del régimen o la convocatoria a nuevas elecciones.
El centro de operaciones de los golpistas estaba en Valparaíso, ciudad en la que los oficiales comprometidos se reunían en secreto con el oficial de marines, Patrick Ryan, que mantenía contactos con el almirante José Toribio Merino, jefe de la Armada e integrante de la Cofradía Náutica del Pacífico Austral.
Ryan contaba con la aprobación de Richard Nixon, presidente de Estados Unidos y su asesor para asuntos de seguridad, Henry Kissinger, para los que la victoria de la Unidad Popular, obtenida el 4 de septiembre de 1970 con el 36,3% de los votos, ponía en riesgo los intereses norteamericanos, pues se proponía transformar a Chile en un régimen socialista a través de la vía pacífica. Entre esas medidas, estuvo la nacionalización del cobre.
La nueva vía al socialismo tuvo inicialmente el visto bueno de gran parte de la Democracia Cristiana, pero a medida que se aceleraban los cambios y se acrecentaba la confrontación social, se fueron acercando a los golpistas, entre los que actuaban el Partido Nacional y los fascistas de Patria y Libertad y Poder Femenino, que intentaban terminar con el gobierno y que participaron en el asesinato del comandante en jefe del Ejército, general René Schneider, que era un decidido partidario de la subordinación del poder militar al civil..
Con el pretexto de que las naves debían participar en las maniobras UNITAS, la armada se retiró de los puertos el día 10, mientras que el ejército se acuartelaba con el pretexto de que el probable desafuero de Germán Altamirano podía causar disturbios. En la madrugada del martes 11, la escuadra reaparece en Valparaíso y las fuerzas armadas toman la ciudad.
En La Moneda, Allende porta el fusil AK-47 Kalashnikov, que le regaló Fidel Castro. La defensa de palacio cuenta además con dos ametralladoras y tres RPG-7, además de sus armas personales. Pinochet que está inubicable se pone en contacto con los demás jefes de las Fuerzas Armadas, especialmente con Leigh, que se encuentra en la Academia de Guerra Aérea, y con Patricio Carvajal, que será el coordinador del golpe.
Al no poder contactar a Pinochet, Allende exclama: "Pobre Pinochet, debe estar preso". Sepúlveda, director general de Carabineros llega a la Moneda, y le asegura que los Carabineros seguirán fieles al gobierno.
En su primer mensaje a la nación, Allende advierte de la sublevación de un sector de la marinería, pero no llama al pueblo a la resistencia. A las 8.42 se escucha la primera proclama militar en la que se exige la renuncia de Allende y el traspaso del poder a la junta de gobierno, integrada por los jefes supremos de las fuerzas Armadas: Pinochet, Leigh, Merino y Mendoza.
Al presidente se le da un ultimátum: si La Moneda no es desalojada antes de las 11, será atacada “por tierra y aire”. Tras la sorpresa, los organismos de los trabajadores llaman a ocupar fábricas y fundos, a organizar la resistencia con la esperanza de poder detener el “golpe fascista”.
Allende vuelve a emitir otro mensaje, pero no hace ninguna referencia a la lucha armada ni da instrucciones a los líderes de la Unidad Popular. Mientras tanto, un grupo de ministros ingresa a conversar con el presidente. A pesar de las propuestas para sacarlo del lugar, él es tajante con la idea de defender su puesto hasta el final.
Los militares reciben la misma respuesta: Allende no se va a rendir. Entonces Pinochet se contacta con Carvajal y le anuncia que van a bombardear La Moneda. “Vai a ver lo que va a pasar. ¡A las 11 en punto se bombardea!”, le dice.
A las 9.55, los tanques ingresan en el perímetro de La Moneda y los francotiradores apostados en los edificios aledaños tratan de repelerlos. A las 10.15, a través de Radio Magallanes, Allende emite su último mensaje a la Nación:
“Quizás sea ésta la última oportunidad en que me pueda dirigir a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Portales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura, sino decepción, y serán ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron…”
“Ante estos hechos sólo me cabe decirle a los trabajadores: Yo no voy a renunciar. Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos”.
“¡Trabajadores de mi Patria!: Quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, espero que aprovechen la lección”.
“El capital foráneo, el imperialismo, unidos a la reacción, crearon el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición: la que les señaló Schneider y que reafirmara el Comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas esperando, con mano ajena, reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios...”
“...Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa, la seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria. El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse”.
“¡Trabajadores de mi Patria!: Tengo fe en Chile y en su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán de nuevo las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile! , ¡Viva el pueblo!, ¡Vivan los trabajadores!”
“Éstas son mis últimas palabras, teniendo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una sanción moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.”
A las 10.30 los tanques abren fuego contra la Moneda. Carvajal se comunica nuevamente con Pinochet, informándole de la intención de parlamentar, pero éste exige la rendición incondicional. Cuando pregunta si se mantiene el ofrecimiento de sacarlo del país, Pinochet responde: “Se mantiene el ofrecimiento de sacarlo del país. Pero el avión se cae, viejo, cuando vaya volando”.
A las 11.52 los aviones Hawker Hunter inician su ataque a La Moneda, disparando en cuatro oportunidades sus cohetes Sura 3 sobre la casa de gobierno. Los cohetes causan grandes destrozos. Otros dos aviones bombardean la residencia presidencial de Tomás Moro, defendida por los miembros del GAP.
Al ver que La Moneda se niega a rendirse, el general Javier Palacios decide tomarla y envía a un grupo de soldados a derribar la puerta del palacio, a las dos y media de la tarde. En el interior le gritan a Allende: ¡Presidente!, ¡el primer piso está tomado por los militares!, ¡dicen que deben bajar y rendirse!.
El presidente dispone rendirse: ¡Bajen todos!, ¡dejen las armas y bajen! Yo lo haré al último. Entonces, según el testimonio de uno de sus doctores, Patricio Guijón, Allende grita ¡Allende no se rinde, milicos de mierda! y con el fusil AK-47 se dispara en la barbilla, muriendo al instante.
Palacios entra en el salón Independencia, y se encuentra con Allende y el doctor Guijón. Reconoce al presidente por su macizo reloj Galga Coulde. Llama al oficial de radio y entrega su escueto informe: “Misión cumplida. Moneda tomada, presidente muerto".
En las calles la represión se intensifica. En las universidades, en los barrios, en el campo, se producen detenciones y ejecuciones masivas. Las fábricas son allanadas, los simpatizantes de la Unidad Popular permanecen secuestrados en el Estadio Nacional y son asesinados como el cantante Víctor Jara.
Se cumple así la profecía que Allende hizo al anunciar que “si la derecha triunfaba alguna vez en Chile, lo haría a través del fascismo”.
Bombardeo
Aviones Hawker Hunter atacaron La Moneda, disparando en cuatro oportunidades sus cohetes Sura 3 que provocaron grandes destrozos en la casa de gobierno.
Se cae
El general Pinochet, que en todo momento se negó a declararse golpista, dijo que el avión que ofrecía a Allende para sacarlo del país, no llegaría a destino y se caería.
Certeza
En sus últimas palabras, Allende dijo que tenía la certeza de que su sacrificio no sería en vano y que habría una sanción moral que castigaría “la felonía, la cobardía y la traición.”
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