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Batalla de Arica

El 7 de Junio de 1880 en Arica se gestó una de las páginas más dignas de la historia peruana. Luego de conocida la derrota en el Alto de la Alianza y de la captura de Tacna (26 de Mayo de 1880), quedaban sólo dos posibilidades para los soldados peruanos en Arica: retirarse hacia el este (abandonar el puerto más estratégico del sur y dejar definitivamente estos territorios a Chile) o bien quedarse a pelear hasta el final. Los soldados peruanos, con el coronel Francisco Bolognesi a la cabeza, optaron por quedarse y ante el pedido de rendición del enemigo decidieron luchar "hasta quemar el último cartucho".

Fuerzas:

Chile: 5,300 hombres, caballería y apoyo naval del Cochrane, la Covadonga, el Loa y el Magallanes Perú: 1,600 hombres sitiados, sin caballería, con apoyo naval del monitor Manco Cápac y de la lancha torpedera Alianza. Tarapacá y Tacna había caído en manos chilenas, Arica estaba cercada por el sur y por el norte. Al oeste, poderosas naves en la bahía hacían imposible cualquier intento de escapatoria. Se podía abandonar el territorio marchando rumbo al este, internándose en la sierra, para, rodeando las fuerzas chilenas, alcanzar Arequipa o eventualmente Lima. Había también otra opción: quedarse en Arica, donde sin duda morirían. Bolognesi confiaba aún que el ejército aliado no hubiera quedado destruido en Tacna y que acudirían a reforzar Arica. El día 26 de mayo había dirigido un telegrama a sus superiores, pidiendo órdenes y refuerzos y agregando: "Aquí sucumbiremos todos antes de entregar Arica". No obtuvo respuesta. Envió mensajeros, pero éstos no regresaron. Le escribió al prefecto de Arequipa "estoy incomunicado".

La propuesta de rendición y la respuesta de Bolognesi

Bolognesi despachó el 4 de junio una carta a sus superiores, en la que dice desconocer el paradero de las fuerzas peruanas y pide refuerzos. "tengo al frente 4,000 enemigos poco más o menos a los cuales cerraré el paso a costa de la vida de todos los defensores de Arica aunque el número de de los invasores se duplique", dice Bolognesi. "Todas las medidas de defensa están tomadas, espero ataque pasado mañana, resistiré. Háganos propios (envíe refuerzos) cuantos sea posible. Dios guarde a U.S. Francisco Bolognesi". A pesar del pedido desesperado, las fuerzas peruanas, al mando del Coronel Leiva estaban lejos, se habían retirado a Arequipa. El 5 de junio a las 7 de la mañana, el comando chileno envió como parlamentario, al mayor Juan de la Cruz Salvo , quien fue recibido por Bolognesi en su casa, al pie del Morro, donde en la actualidad se encuentra el Consulado peruano en Arica. El mayor le expresó a Bolognesi que el jefe del ejército de Chile quería evitar un inútil derramamiento de sangre, puesto que el grueso del ejército peruano-boliviano había ya sido vencido en Tacna. De la Cruz Salvo le dijo que tenía el encargo de pedir la rendición de la plaza, "cuyos recursos en hombres, víveres y municiones conocemos". "Tengo deberes sagrados y los cumpliré hasta quemar el último cartucho", dijo Bolognesi al parlamentario chileno, sin embargo, le advirtió que esta respuesta era personal y que debía consultar con los otros oficiales. La consulta se dió. Uno por uno contestaron por orden de graduación. Ni una voz discrepante se alzó. Los defensores de Arica dijeron: "Cuando menos sea nuestra fuerza, más animoso debe ser nuestro corazón".

El asalto del 7 de junio de 1880

Al amanecer del 7 de junio de 1880 se inició el asalto chileno por la retaguardia, en el fuerte de la Ciudadela. Empezó una feroz matanza de prisioneros, de los 400 soldados peruanos, sólo sobrevivieron diez. La resistencia final tuvo lugar en el Morro mismo. Allí estaban Bolognesi, More, Alfonso Ugarte, Saenz Peña, Armando Blondel, con los restos de los batallones Tarapacá, Iquique, Artesano y Granaderos de Tacna. Eran unos pocos hombres contra muchos asaltantes. Todo concluyó a las 8 de la mañana. Según Saénz Peña, "sólo More y Bolognesi continuaron haciendo fuego con sus revólveres" hasta que un soldado chileno le disparó a Bolognesi y lo tendió muerto instantáneamente de un balazo en el cráneo. La Batalla de Arica, constituyó un holocausto consciente por el honor nacional, un sacrificio colectivo unánimemente aceptado y enfrentado con singular denuedo. Las cifras que siguen, muestran en forma elocuente que no hay en la historia de las guerras del mundo, en lo porcentual, sacrificio mayor: Batalla de Wagran : 38% muertos Batalla de Waterloo : 24% muertos y liciados Batalla de Gravelotte : 8% muertos Batalla de Arica : 60% : muertos Hay que agregar asimismo que en la Batalla de Arica, del efectivo total de los batallones "Granaderos de Tacna" y "Cazadores de Piérola" fueron muertos casi todos. El 4 de junio de 1880, entraban al Callao los restos de este gran Héroe Francisco Bolognesi, siendo situados en el cementerio de Lima “Presbítero Maestro”.

LAS CARTAS DE ARICA

Durante el sitio y antes de la batalla, varios oficiales de Arica dirigieron cartas a sus familiares y amigos, las mismas que reflejaban su estado de ánimo y premoniciones, pero por encima de todo, su patriótica determinación de defender los intereses del Perú. Aquí una selección de ellas, escritas por tres de los principales protagonistas: Francisco Bolognesi, Alfonso Ugarte y Ramón Zavala:

Carta de Francisco Bolognesi a su esposa

"... Esta será seguramente una de las últimas noticias que te lleguen de mí, porque cada día que pasa vemos que se acerca el peligro y que la amenaza de rendición o aniquilamiento por el enemigo superior a las fuerzas peruanas son latentes y determinantes. Los días y las horas pasan y las oímos como golpes de campana trágica que se esparcen sobre este peñasco de la ciudadela militar engrandecida por un puñado de patriotas que tienen su plazo contado y su decisión de pelear sin desmayo en el combate para no defraudar al Perú. ¿Que será de ti amada esposa? Tú que me acompañaste con amor y santidad. ¿Que será de nuestros hijos, que no podré ver ni sentir en el hogar común? Dios va a decidir este drama en el que los políticos que fugaron y los que asaltaron el poder tienen la misma responsabilidad. Unos y otros han dictado con su incapacidad la sentencia que nos aplicará el enemigo. Nunca reclames nada, para que no se crea que mi deber tiene precio...” (Extracto).

Carta de Alfonso Ugarte a Fermín Vernal

“... No hay detalles ni tenemos noticias seguras de los nuestros más de lo que te comunico. Aquí en Arica estamos solamente dos divisiones de nacionales, defendiendo este punto, y aún cuando somos tan pocos, no podemos hacer lo de Iquique, abandonar el puerto y entregarlo, porque éste es un puerto artillado y tiene elementos y posiciones de defensa. Tenemos pues, que cumplir con el deber del honor defendiendo esta plaza hasta que nos la arranquen a la fuerza. Ese es nuestro deber y así lo exige el honor nacional. Estamos pues esperando ser atacados por mar y tierra. Dios sabe lo que resultará, así que te puedes imaginar mi triste situación. Sin embargo es preciso resistir hasta el último y te puedo asegurar, también, que con las posiciones que ocupamos en el morro, los cañones de grueso calibre y las minas que tenemos preparadas, les costará muchas vidas a los chilenos reducirnos y quitarnos esta plaza. Estamos resueltos a resistir con toda la seguridad de ser vencidos, pero es preciso cumplir con el honor y el deber. Quizás la suerte nos favorezca y lleguen con tiempo los refuerzos que esperamos de Arequipa...” (Extracto).

Carta de Ramón Zavala a un amigo

“... De todos modos tengo la seguridad de que si no triunfamos, que si los chilenos no reciben su castigo aquí, que si no hacemos de Arica un segundo Tarapacá, la defensa será de tal naturaleza, que nadie en el país desdeñará en reconocer en nosotros sus compatriotas, y que los neutrales no dejaran de reconocernos como los defensores de la honra e integridad de nuestra patria. Arica, no se rinde, ni las banderas se despliegan para abandonar la plaza; por el contrario, resistirá tenaz y vigorosamente, y cuando la naturaleza cede, obedeciendo a leyes físicas, los invasores pondrán su planta en un suelo que está cubierto de cadáveres y regado por sangre peruana. Sus defensores prefieren la muerte a la deshonra; la gloria a una vida que les hubiera sido insoportable, sino hubieran aprovechado del último resto de ella para escarmentar al enemigo y levantar más alto el pabellón nacional...”

(http://portal.perueduca.edu.pe/) .

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