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Los no elegidos

“ARQUITECTOS DE POLÍTICA”

Por: Noam Chomsky

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, saluda a los trabajadores de la empresa Opower, compañía que se especializa en la fabricación de sistemas de cómputo ahorradores de energía, después de hablar el pasado viernes de la importancia de la energía limpia y la creación de empleos.

Los desplazamientos del poder en el mundo, actuales o potenciales, constituyen un animado tópico entre los formuladores de política y los observadores. Una de las preguntas es si China desplazará (o cuándo) a Estados Unidos como el protagonista dominante global, tal vez junto con India.

Este cambio provocaría que el sistema mundial volviera a algo como era antes de las conquistas europeas. El crecimiento económico de China e India ha sido rápido, y gracias a que rechazaron las políticas occidentales de desregulación financiera sobrevivieron la recesión mejor que la mayoría. Sin embargo, surgen interrogantes.

Una medición estándar de bienestar social es el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, cuyos datos más reciente son para 2008. India ocupa el 134 lugar, ligeramente por encima de Camboya y por debajo de Laos y Tayikistán, aproximadamente el mismo sitio que ha ocupado durante años. China se ubica en el lugar 92 –empatado con Belice, un poco arriba de Jordania, abajo de República Dominicana e Irán.

India y China también tienen mucha desigualdad, así que más de mil millones de sus habitantes caen aún más en la escala.

Otra preocupación es la deuda de Estados Unidos que, se teme, coloca al país bajo el yugo de China. Aparte de un breve interludio, desde hace mucho Japón ha sido el principal tenedor internacional de deuda del gobierno estadunidense. Además, el apalancamientos de los prestamistas está sobrevalorado.

En una dimensión, el poder militar, Estados Unidos se yergue completamente solo. Y Obama está imponiendo niveles históricos con su presupuesto militar. Casi la mitad del déficit estadunidense se debe al gasto militar, intocable en el sistema político.

Al considerar los otros sectores de la economía de Estados Unidos, el premio Nobel Joseph Stiglitz y otros economistas advierten que debemos cuidarnos del “fetichismo deficitario”. El déficit estimula la recuperación, y puede superarse con una economía al alza, como sucedió después de la Segunda Guerra Mundial, cuando éste era mucho peor.

Se espera que la deuda crezca, debido principalmente al totalmente ineficiente sistema privatizado de cuidado de la salud –también virtualmente intocable, gracias a la habilidad de las empresas para superar la voluntad pública.

No obstante, el marco de estas discusiones es engañoso. El sistema global no sólo es una interacción entre estados donde cada uno busca cierto “interés nacional”, ajenos a la distribución del poder interno. Desde hace mucho se ha entendido eso.

Adam Smith concluyó que los “principales arquitectos” de la política en Inglaterra eran los “comerciantes y manufactureros”, quienes se aseguraban de que sus propios intereses fueran “atendidos de la forma más peculiar”, sin importar sus “penosos” efectos sobre los demás, incluyendo el pueblo de Inglaterra.

La máxima de Smith sigue siendo cierta, aunque actualmente los “principales arquitectos” son las corporaciones multinacionales y, particularmente, las instituciones financieras cuya participación en la economía ha explotado desde los años 70.

En Estados Unidos hemos visto una dramática ilustración del poder de las instituciones financieras. Durante la última elección presidencial aportaron el núcleo del financiamiento del presidente Obama.

Naturalmente esperaban ser recompensados, y así fue –con los Programas de Alivio de Activos en Problemas (TARP) y con mucho más. Por ejemplo Goldman Sachs, la más dominante en la economía y el sistema político. La firma hizo una fortuna vendiendo títulos respaldados por hipotecas e instrumentos financieros más complejos.

Conocedora de la fragilidad de los paquetes que ofrecía, la firma aceptó apuestas con la gigantesca aseguradora American International Group que estos iban a desplomarse. Cuando el sistema financiero se colapsó, AIG también se vino abajo.

Los arquitectos de política de Goldman no sólo negociaron un paquete de rescate para Goldman sino también lograron que los contribuyentes salvaran a AIG de la bancarrota, consecuentemente rescatando a Goldman.

Ahora Goldman está registrando ganancias históricas y pagando gruesos bonos y, junto con algunos otros bancos importantes, es más grande y fuerte que nunca. El público está furioso. La gente puede ver que los bancos que fueron agentes principales de la crisis están prosperando grandemente, mientras la población que los rescató se enfrenta a un desempleo de casi 10 por ciento.

El descontento popular finalmente evocó un cambio de retórica de la administración estadunidense, que respondió acusando de codiciosos a los banqueros, junto con algunas sugerencias de política que a la industria financiera no le agradan (la Regla Volcker y otras propuestas). Dado que se suponía que Obama iba a ser su hombre en Washington, los principales arquitectos perdieron poco tiempo antes de lanzar sus instrucciones: a menos que Obama se alineara nuevamente, enviarían sus fondos a la oposición política.

En pocos días, Obama informó a la prensa que los banqueros eran buenos “tipos”, singularizando a los dos principales, JP Morgan Chase y Goldman Sachs: “Al igual que la mayoría de los estadunidenses, no tomo a mal la riqueza o el éxito de la gente. Es parte del sistema de libre mercado” –como se interpretan los “mercados libres” en la doctrina del capitalismo de Estado. Ese cambio radical es una fotografía reveladora de la máxima de Smith en acción.

Los arquitectos de la política también están operando un verdadero cambio de poder: de la fuerza de trabajo mundial al capital trasnacional.

Martin Hart-Landsberg, economista y especialista en China, explora la dinámica. China se ha convertido en la planta ensambladora de un sistema de producción regional. Japón, Taiwán y otras economías asiáticas desarrolladas exportan a China partes y componentes de alta tecnología, donde se ensamblan y exportan los productos terminados.

El creciente déficit comercial de Estados Unidos con China ha generado preocupación. Se ha hablado menos de que éste se ha reducido marcadamente con Japón y el resto de Asia conforme toma forma el nuevo sistema de producción regional. Las manufactureras estadunidenses están siguiendo el mismo camino, enviando partes y componentes a China para que ésta ensamble y exporte, en su mayoría de regreso a Estados Unidos. Para las instituciones financieras, comercializadoras gigantes de venta al minoreo y los dueños y gerentes de industrias manufactureras, estos desarrollos son celestiales.

Y bien entendidos. En 2007, Ralph Gomory, director de la Fundación Alfred P. Sloan, testificó ante el Congreso que “en esta nueva era de globalización, los intereses de las empresas y los países han divergido. En contraste con el pasado, lo que es bueno para las empresas globales estadunidenses ya no necesariamente es bueno para los ciudadanos estadunidenses.

Examinemos a IBM. A finales de 2008 más de 70 por ciento de los 400 mil trabajadores de la empresa estaba en el extranjero, informa la revista Business Week. En 2009, IBM redujo su nivel de empleo en Estados Unidos otro ocho por ciento.

Para la fuerza de trabajo el resultado podría ser “penoso”, según la máxima de Smith, pero es bueno para los principales arquitectos de la política. Las investigaciones actuales indican que aproximadamente una cuarta parte de los empleos estadunidenses será “extranjerizado” en dos décadas, y los que queden se enfrentarán a menos beneficios y sueldos debido a la mayor competencia de los trabajadores remplazados.

Este patrón sigue a 30 años de estancamiento o desplome para la mayoría conforme la riqueza fluye hacia pocos bolsillos, llevando probablemente a la mayor desigualdad de la historia de Estados Unidos.

Pese a que China se está convirtiendo en la ensambladora y plataforma de exportaciones del mundo, los trabajadores del país están sufriendo junto con el resto de la fuerza laboral mundial, como lo anticiparíamos en un sistema diseñado para concentrar riqueza y poder y para que los trabajadores compitan entre ellos globalmente.

En el mundo, la participación de los trabajadores en el ingreso nacional se ha reducido en muchos países –radicalmente en China, generando creciente inestabilidad en esta altamente desigual sociedad.

Así que tenemos otro cambio importante en el poder mundial: de la población general a los principales arquitectos del sistema global, proceso asistido por el socavamiento de la democracia funcional en los países más poderosos.

El futuro depende de cuánto esté dispuesta a soportar la gran mayoría, y si se puede desarrollar una respuesta constructiva que confronte los problemas en el centro del sistema de capitalismo de Estado de dominación y control. De lo contrario, los resultados podrían ser tétricos, como lo revela más que ampliamente la historia.

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