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EL ESPEJO CHILENO

Por: Augusto Malpartida León | Trenzar

La derecha chilena, la orgánica, la heredera directa del criminal Augusto Pinochet, se ha hecho del gobierno el domingo 18 de enero. La Concertación ha cerrado su ciclo, Enriquez Ominami fue el talanazo que advierte que las cosas no podían seguir igual y la vieja izquierda tiene el camino abierto para consolidarse como la izquierda del sistema, aún marginal, pero allí va. No pudieron marchar juntos por mil razones, pero a estas alturas el resultado es lo que importa, en la lucha del pueblo contra la derecha esta es una derrota del pueblo, todo el resto es pasto para el análisis. Y no es una derrota solamente para el pueblo chileno, también lo es para el conjunto de la región en su lucha contra el imperio. Uribe ya no se siente tan solo, tener a García a su lado, es, y él lo sabe, tener un advenedizo inconfiable y charlatán en el patio neoliberal de los yanquis. Con Piñera la situación cambia, es de los suyos desde siempre.

Las próximas paradas en este tour electoral latinoamericano imperial es Costa Rica, en febrero, en la que Oscar Arias parece tener asegurada la continuidad de sus políticas con su candidata Laura Chinchilla. Luego viene Colombia, en mayo, con Uribe jugando al misterio de su postulación por tercera vez. Y finalmente Brasil, en octubre, aquí Lula y el Partido de los Trabajadores no las tienen claras y su candidata Dilma Rousseff solamente llega a la mitad de la intención de voto de su rival el centroderechista José Serra.

La última parada es Perú en el 2011. García trabaja intensamente para convertirse en el factótum de la derecha en las elecciones presidenciales. Pontifica, aconseja, analiza, comenta, inventa encuestas, y trata de armar un bloque liberal sólido que enfrente a lo que él llama “el antisistema” o sea Ollanta Humala. Pero la derecha peruana es dura de matar, y ya tiene como siete candidatos, desde el exfujimorista Castañeda Lossio, hasta la hija del dictador Keiko Fujimori, pasando por Jaime Baily, Alejandro Toledo, Alex Kouri, Lourdes Flores y el candidato de partido aprista que ni García sabe a estas alturas quien pueda ser.

Sus dilemas son menores si uno de ellos pasa a la segunda vuelta, todos cierran filas detrás del afortunado. Como en el 2006. La derecha sabe que no gana en primera vuelta, y apostará a pasar con cualquiera de sus candidatos. Sus pesadillas aparecen en la posibilidad de perder en primera vuelta y todos sus esfuerzos apuntarán a evitar ese escenario.

Para la “izquierda”, es decir todo el bloque antineoliberal, opuesto frontalmente al modelo, la cosa está cantada, o marchan juntos los bloques nacionalistas, socialistas, indígenas amazónicos, andinos, o la derrota es la única posibilidad. Solamente tienen que mirarse en el espejo chileno. Todo lo demás es cuento, las teorías de la acumulación hacia el 2016 incluidas.

Claro que nuestra izquierda tiene una vocación autodestructiva impresionante, casi se diría que tiene el suicidio como doctrina, y contradiciendo religiosamente a Mariátegui, ha hecho del calco y copia de sus divisiones, una práctica cotidiana. Hay la esperanza, sin embargo, de que revisen la experiencia cercana del 2006 y el fantasma del 1% de toda la izquierda socialista sirva para exorcizar los espíritus divisionistas. La derrota popular en Chile también puede servir para ese fin.

Ollanta tendrá que entender, si no lo hecho ya, que no tiene partido, que el Partido Nacionalista Peruano, no llega aún a ser una estructura ordenada y confiable para encarar en solitario la tarea de derrotar a la derecha. El puede centralizar en su candidatura a las fuerzas populares, ya lo hizo el 2006, pero eso no es suficiente. Se requiere un frente mayor, más cuadros, más liderazgos, más fuerza social, en suma una maquinaria que hoy está en el país a la espera de un esfuerzo unitario.

Quizá sea tiempo ya de lanzar GANA, la Gran Unidad Nacionalista y con ese mascarón de proa aglutinar todo lo que se pueda, en vez de seguir con las escaramuzas y “conversas” bilaterales o trilaterales con la vieja izquierda que a la luz de los hechos aún no conduce a nada claro. Un frente de esa naturaleza puede resultar atractivo a los sectores indígenas, amazónicos y andinos, que saben que solos no pueden, pero reclaman una alianza respetuosa que genere compromisos reales. Los nuevos grupos de izquierda socialista también verían con simpatía incorporarse a un proyecto más amplio que el PNP, que los coloque como aliados menores, pero aliados al fin.

Un bloque de esta naturaleza permite hablar de la posibilidad de triunfo en esta coyuntura, porque centraliza la mayoría nacional suficiente para forzar el cambio constitucional, colocar el tema de la renuncia de García en la agenda nacional y buscar la derrota de la derecha en esta situación. Una adecuada estructuración de movimientos sociales y organizaciones políticas nos coloca en inmejorables condiciones para encarar esta lucha.

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